lunes, 6 de mayo de 2013



EL LUGAR SECRETO

La última vez ni siquiera lloró. Ni una lágrima. Nada. Tan sólo aquella tristeza… Colocó el último ladrillo en la pared que poco a poco había construido alrededor de su maltrecho corazón, y cerró las puertas a cal y canto. De nuevo. Tantas despedidas sin decir adiós, que era imposible contener el dique que amenazaba con desbordarse entre las hojas secas y amarillas.

Todavía persistía la sensación tan extrañamente conocida, una mano fuerte y ajena estrangulando ese vacío en su estómago. Sube…sube…sube… quería llorar. ¡Sube! Gritó a su río contracorriente. Pero sólo consiguió anegar su garganta. ¿Se supone que los hombres no lloran?

Mañana volvería a entrar, sólo se llevaría un poco de fuerza para continuar el camino, y algún recuerdo olvidado en su mochila. Ella sería uno más, algún día.

Cerraría la puerta por última vez y olvidaría la llave en algún lugar del jardín. Mejor no dejar que el alma pudiera recordar el lugar secreto donde todo podría volver a suceder…

P.



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