EL LUGAR SECRETO
La última vez ni
siquiera lloró. Ni una lágrima. Nada. Tan sólo aquella tristeza… Colocó el
último ladrillo en la pared que poco a poco había construido alrededor de su
maltrecho corazón, y cerró las puertas a cal y canto. De nuevo. Tantas
despedidas sin decir adiós, que era imposible contener el dique que amenazaba
con desbordarse entre las hojas secas y amarillas.
Todavía
persistía la sensación tan extrañamente conocida, una mano fuerte y ajena
estrangulando ese vacío en su estómago. Sube…sube…sube… quería llorar. ¡Sube!
Gritó a su río contracorriente. Pero sólo consiguió anegar su garganta. ¿Se
supone que los hombres no lloran?
Mañana volvería
a entrar, sólo se llevaría un poco de fuerza para continuar el camino, y algún
recuerdo olvidado en su mochila. Ella sería uno más, algún día.
Cerraría la
puerta por última vez y olvidaría la llave en algún lugar del jardín. Mejor no
dejar que el alma pudiera recordar el lugar secreto donde todo podría volver a
suceder…
P.
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