(…)
-Hijo de puta. Eres
un hijo de puta.
Colgó el teléfono.
La había dejado desde el otro extremo de un cable. No había podido ir, mirarla
a los ojos, pedirle disculpas por tantas mentiras, por todos los días de inútil
espera. Se encogió con la sensación de que le habían dado un puñetazo en el
estómago. Le dolían los brazos, las piernas. Empezó a llorar. Su llanto se
parecía a algunas lluvias de invierno. Primero caía despacio, como si tuviera
que aprender. Después tomaba fuerza, porque la vida era un triste paisaje.
(…)
Olvidó preguntarle
si fue por cobardía, o por una piedad extraña que le resultaba un insulto, o
porque no se decidía a romper el último hilo que los unía. Aquella aproximación
telefónica a través de la cual tuvo que aceptar, después de muchos días, que no
estaba loca, que las sospechas eran ciertas, que las mentiras habían sido
realmente mentiras. A pesar de todo, había intentado justificarle hasta el
último momento.
(…)
Tenía frío y el vientre
dolorido. No le hubiera importado morirse lentamente, si la muerte le hubiera
calentado los huesos…
Pasiones Romanas (María de la Pau
Janer)
Para escuchar: Imposible
Mentiras y certidumbres, calientes lágrimas que se quedan frías en las mejillas ateridas por el dolor. La vida sigue pasando como un viento sin nombre.
ResponderEliminarQué palabras, cheposín...
EliminarGracias.
;)
Como me gusto ese libro! Doña Gimena, para ti un beso de buenas noches!
ResponderEliminarGracias, mi Lola! Otro para ti....
EliminarYa sabes... Y lo demás será siempre lo de menos.
;-*